¿Conoces la historia del niño Alberto? Pues bien, te lo contaré… Bertito era un niño ya bastante grande. Tenía unos 4 o 5 años.
Pero a pesar de ser ya mayor, cada noche, lloraba cuando su mami decía que tenía que ir a la cama.
-Bertito, cariño, ya es de noche. Es hora de dormir. Mañana vas a necesitar mucha energía y si sigues despierto no la tendrás.
-Pero mamá… -replicaba siempre Alberto.
Su mami le preparaba un vasito de leche caliente, le lavaba los dientes sin dejarse ni uno, bien, bien frotaditos. Le acompañaba a cama y se tumbaba con él… Entonces empezaba la fiesta. Alberto lloraba desconsoladamente aún estando acompañado por su mami.
-Pero Bertito, hijo mío, ¿qué te pasa? ¿Por qué lloras tanto, cariño? Mami está contigo.
Te puedo contar otro cuento o si quieres podemos cantar una canción juntos hasta que se te cierren los ojitos… ¿quieres? Y Alberto que no paraba de llorar. Lloraba tanto que hasta se le escuchaba en casa de los vecinos. Y así cada noche.
Su madre, la pobre, estaba agotada, ya no sabía cómo ayudarle. Le abrazaba, cantaba, mimaba…
Y entonces, una tarde, que vino a jugar Clara, la prima de Alberto, se sentaron a merendar en el jardín y empezaron a hablar:
-Oye Alberto -dijo Clara presumiendo- ¿tú sabes que tengo un dormitorio nuevo? Me han comprado una cama con forma de coche y además tengo también un armario de colores con un espejo súper grande y y y, y también una alfombra de unicornios y una casita de muñecas gigante. ¿Vendrás algún día a mi casa a verlo?
Y a Alberto entonces le surgieron mil preguntas en su cabecita…
-Pero Clara, ¿y tú duermes solita en tu habitación nueva? ¿Y no tienes miedo de estar sola? Es que… a mí me da miedo la noche. Y siempre tengo ganas de llorar mucho.
-¡Ey Bertito! -dijo Clara sorprendida- ¿en serio te asusta la noche? Pero mira, cierra los ojos ahora mismo.
Alberto cerró los ojos inmediatamente.
-A ver -siguió Clara- ¿me ves?
-¿Cómo te voy a ver si tengo los ojos cerrados, boba? -dijo Alberto algo enfadado por la pregunta de su prima.
-Vale -riéndose- no me ves. Pero… ¿sabes que estoy aquí a tu lado aunque no me veas, verdad?
-Sí, claro. Claro que sé que estás a mi lado.
-Pues Alberto, la noche es igual. El sol se va a descansar para tener energía y brillar para nosotros al día siguiente. Al no haber sol, llega la luna, que brilla pero no tanto. Todo se vuelve oscuro, como cuando cierras los ojos.
Pero, ¿sabes? Todo sigue igual. Tu mamita a tu lado, tus muñecos favoritos… todo sigue exactamente igual. A veces no podemos ver todo pero eso no significa que no esté, igualito que cuando cierras los ojos a mi lado. Así que por las noches, relájate, nada va a cambiar, solo necesitas pensar en cosas bonitas y en todo lo que vas a hacer y jugar al día siguiente. Y verás que cuando abras los ojos por la mañana, tus miedos ya no estarán… porque nada cambia.
Desde ese día Alberto llega a la noche con una sonrisa en su cara. Se bebe su leche calentita, se cepilla los dientes y se va a cama contento… Su mami le lee un cuento pero después Alberto le pide que se vaya porque él ya es mayor y quiere dormir en su camita solo, como su prima Clara. Con la tranquilidad y la felicidad de saber que, aunque cierre sus ojitos y no vea a su mami, ella está allí, cerca, como siempre, a su lado.