Cuando un amigo se va (Vittorio)

¡Niños, niñas, la asamblea! 

Como cada mañana, la profesora está llamando a todos los niños para que se sienten en un círculo y así  poder comprobar quién ha venido y quién no ha venido hoy.  

Pero todos saben que falta al menos uno, Vittorio. Y eso se nota en sus caritas.  

-¡Chicos! ¿Qué pasa? ¡Estáis muy serios! -dice. 

-Profe, ¿por qué no está Vittorio? -pregunta Jorge 

-¡Sí, eso! ¿Por qué no va a volver? -dice Leonardo protestando. 

La profesora sonríe, toma aire y les hace una pregunta más:  

-¿Os sentís tristes? 

-Sí. -dicen todos a la vez.  

-Yo también. -dice ella. -Cuando un amigo se va, deja un huequito vacío.  

-¡Sí, su silla! -dice María rápidamente.  

-Eso es, su silla, su mesita, su colgador donde ponía la mochila pero, ¿sabéis? En nuestro corazoncito  guardamos a las personas que queremos mucho: la familia, los amigos. ¿Y sabéis lo bueno? Que allí dentro  hay muuuuucho espacio.  

-¡Es verdad, mi mami siempre me dice que tengo un corazón muy grande! -apunta Hugo.  

-¡Claro! Pues vamos a guardar allí dentro a Vittorio, así nunca nos olvidaremos de él y de todos los  momentos que hemos compartido en el cole y fuera: todas las fiestas de cumples en Santa Rosa, las  meriendas, los bailes… – comenta Amalia, algo emocionada.  

-¡Y las carreras en el patio! -dice Enriqueta.  

-Dejadme que os cuente algo. -Empieza de nuevo la profe- Hace mucho tiempo, yo vivía en Inglaterra, con  mis papis, mis abuelos, cerca de mis tíos, mis primos… toda mi familia. Un día mis padres me dijeron que  nos íbamos a vivir a otra casa, más cerca del sol, de la playa, de los volcanes…  

-¡Lanzarote! -dijo Manuela sin dudarlo.  

-Eso, es, Lanzarote. En un primer momento, me puse triste, porque me gustaba mi casa de allí, porque iba  a la escuela y me gustaban mis amigos. Pasábamos el día haciendo carreras, jugando a la pelota y  haciendo juegos súper divertidos… Y pensé que si me iba, se olvidarían de mí. Y que debería buscar  amigos nuevos.. quizás… ¿abuelos nuevos, tíos nuevos…? ¡Pero si no hay otros abuelos!  

Con el tiempo me di cuenta de que mis abuelos me visitaban de vez en cuando y que yo también podía  volver a Inglaterra a verles y de paso, jugar con algunos de mis amigos del cole. Entonces no solo hice  amigos nuevos en la isla sino que no perdí los de mi primer cole. Y ahí es cuando me di cuenta de que en  nuestro corazón el espacio es gigaaaaaante. Podemos tener a toda nuestra familia y tres millones  ochocientos cuarenta y seis mil trescientos veinticinco amigos… ¡o incluso más! No tiene límites.  

Y eso pasará con Vittorio, si le habéis hecho un sitio en vuestro corazón, el tiempo no lo eliminará, como a  Leo Minai, que cada vez que lo vemos solo nos hace sentir alegría de poder jugar otra vez. Y así será, os  volveréis a ver, tarde o temprano, aquí o allí, en Italia, donde se va. Probablemente seréis más mayores y  más grandotes. Porque la vida sigue pero solo se hace más y más bonita y lo mejor es poder sumar y llenar  el corazoncito de personas importantes. 

En aquel momento todos observaban en silencio. La profe tenía toda la razón, ya no se sentían tristes sino  contentos de haber podido estar todo el año jugando con Vittorio y compartiendo una súper fiesta de  cumple en el rocódromo. Pensando en esto, sus caras sonreían y la tristeza del principio había  desaparecido.  

¡Qué suerte haber compartido tiempo contigo, amigo Vittor’io! ¡Buen viaje, nos vemos en la vida y te  guardamos, ¿sabes dónde? 

-¡En el corazón!  

<3  

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