Había una vez un niño que era tan chiquitito, tan chiquitito, tan chiquitito que su mamá le llamaba
Garbancito. Vivía en una casa cerca del Planetario y tenía una camita chiquitita, chiquitita, chiquitita.
Un día, su mamá estaba cocinando lentejas y dijo:
-¡Ay, madre mía! ¡Que no hay pan! Pues las lentejas no se pueden comer sin pan! ¿Y ahora qué hacemos?
¡Alguien tiene que comprar pan pero yo tengo que controlar que no se me quemen las lentejas!
Entonces, Garbancito tuvo una gran idea… bueno no, era una idea chiquitita, chiquitita, chiquitita. Y dijo:
-¡Mami! ¡Tengo una gran idea! ¡Yo voy a comprar pan!
Y se fue a comprar pan. Pero como era muy chiquitito pues iba cantando para que nadie le pisara y todos
notaran que estaba ahí, y cantaba:
-¡Pachín, pachín, pachínnnnn! ¡Mucho cuidado con lo que hacéis! ¡Pachín, pachín, pachín, a Garbancito no piséis!
Cantaba y cantaba de camino a la panadería.
De repente, a lo lejos, vio que se acercaba un Dálmata. Era un Dálmata grande y bastante viejecito, no veía muy bien y tosía mucho:
-“oooojommmm… ojooooommmmm” -tosía sin parar, cogiendo aire con dificultad.
-“aaaaahm…… aaaah”- Y en una de estas veces que aspiraba… ¡Se comió a Garbancito sin querer!
El pobre Garbancito veía que todo estaba oscuro de repente.. porque estaba en la barriga del perrito. Pues
ahora sí que tenía un problema, ¿cómo salir? ¿Quién iba a comprar el pan?
Su mami al ver que tardaba mucho en llegar a casa, salió rápidamente a buscarlo. Y le llamaba:
-¡Garbancitooooo! ¡Garbancitooooooooooo!
Y cuando pasó al lado del Dálmata escuchó:
-Aldjfañsdufoqujlkjflkajñfojalkfjalkjalj.
-¿Qué fue eso?
-aAFalkfjañlkjflakjflajlajlfjaljal
-¿Garbancito? ¿Eres tú?
Y al toser el perrito y abrir la boca, sí lo escuchó perfectamente:
-Pachín, pachín, mucho cuidado con lo que hacéis a Garbancito no olvidéis.
Su madre se dio cuenta de que Garbancito estaba atrapado dentro de la barriga del perrito y entonces, se le ocurrió que podía hacerle cosquillitas en la nariz…
Se acercó al perrito y le dijo:
-chiquichiquichiquiiii…
-Pero señoooooora, ¿por qué me toca la nariz? -contestó el perrito enfadado-.
-¡Ay perdón! Es que siempre me ha gustado hacer cosquillitas a los perros… ¿Me deja una vez más?
Mmmmmmmmm… ¡venga, vale!
-chiquichiquichiqui…
Y entonces sí… le entraron unas ganas de estornudar al viejo Dálmata que … aaaaaaaa….Aaaaaaa…..
aaaaaaaaa …. Aaaaaaaaa … ¡¡¡¡aaaachúúúúúúúúúúú!!!!
Y con el estornudo, ¡salió volando Garbancito!
Juntos, fueron a la panadería, compraron pan y volvieron a casita a comer lentejas. Y es que no se va sin mami o sin papi por la calle, porque te puede pasar algo, te puede comer un perrito, te puedes perder o te puede llevar alguien… Entonces, es mejor ir con ¡mamá o papá!