"Los deberes de Matilda" audiocuento por Lorena Fernandez Sana Sanita cuentos infantiles

Los deberes de Matilda

Habíase una vez una niña a la que le gustaba mucho, muchísimo jugar y crear. Cada día con papel, pegamento y tijera creaba las cosas más originales e impensables que cualquiera se pudiera imaginar.
Bolsos, grandes, pequeños, con flecos o con asas para agarrarlos con facilidad. Conos para palomitas para los días de película con la familia, personalizados, con los nombres escritos en colores, con brillantes que rodeaban las letras, de diferentes tamaños para que papá pudiese comer más palomitas que ella, que tenía el estómago más chiquitito. Diademas de papel con corazones gigantes, preciosas pulseras con brillantes, con tela, con purpurina…
A diario presentaba sus proyectos a su mami, a sus amigas o preparaba cajitas de regalo y se los guardaba para la próxima visita de la abuela.
Lo único malo de todo esto es que le dedicaba tanto tiempo que a veces se olvidaba de hacer los deberes del cole aunque su mami se lo recordaba pacientemente a diario.

Un día, al llegar del cole, esta niñita, que se llamaba Matilda, decidió que lo mejor que podía hacer era crear un mapa del tesoro para poder ir más tarde al parque y así poder encontrar monedas de oro, loros parlanchines y esquivar a los malvados piratas sin ser atacada. ¡A la creación que se lanzó! Mientras mami le advirtió:
-Matilda, ¡los deberes!
-Sí, mami -dijo la niña rápidamente- los hago más tarde.
-Matilda, ¿no será mejor que hagas los deberes primero y luego con todo el tiempo que te sobre, crees tu mapa del tesoro? No debes olvidar que la responsabilidad es algo muy importante y que tenemos que cumplir con nuestras obligaciones. Por ejemplo, mamá y papá van a trabajar todos los días y ya luego…
-Que sí, mami -le interrumpió Matilda mientras, emocionada, sacaba la cartulina más grande del armario y todos sus lápices de colores.
Mamá sacudió la cabeza preocupada, algo le decía que Matilda se estaba despistando en sus responsabilidades…
Al cabo de una hora, Matilda tenía su mapa preparado, no le faltaba detalle. Los bancos del parque, cada palmera, el arenero y por supuesto, el tesoro. Lejos de pensar en hacer los deberes, Matilda,que ya tenía hambre, se fue a la cocina a atacar el frutero, ¡le encantaba la fruta!
Cuando mami pasó por allí le preguntó una vez más:
-Matilda, ¿y los deberes?
-Mamá, ¡ya están hechos! -en realidad eso era una mentirijilla, porque no los había ni sacado de la mochila pero en aquel momento y con la emoción de usar su mapa, Matilda pensó que no había tiempo que perder y que debían salir ya al parque. Si se quedara haciendo los deberes, tardaría mucho tiempo y quizás no podría ir al parque si oscurecía.

Total, que toda la familia salió a su ratito diario de parque, Matilda, su hermana Filomena, el perrito Curro, mamá y papá que acababa de llegar de trabajar.
En el parque estaban todos los amigos, corrieron compartiendo el mapa, buscaron palos de todos los tamaños, hojas de todos los colores y piedras redondas y cuadradas. ¡Cuánto corrieron!
Tanto que… a Matilda ya le dolía el cuerpo y le pesaban las piernas, ¡qué cansancio!
Entonces mami dijo que era hora de volver a casa para ducharse y cenar. Y eso hicieron. Camino a casa Matilda repasaba con mamá y papá cada punto del mapa, les explicaba todo lo que encontraron y cómo Curro les había ayudado ladrando a librarse de los piratas.
Mucha emoción, mucho juego… pero recuerda: Matilda no había hecho sus deberes.
A la mañana siguiente su mami la despertó con besos, mimitos y una canción de sus favoritas de fondo, como hacía cada mañana. Pero recuerda: Matilda no había hecho sus deberes.
Desayunaron tortitas y un vaso de leche con canela y se apresuraron a vestirse y lavarse los dientes para no llegar tarde al cole. Pero recuerda: Matilda no había hecho sus deberes.
En el coche hacia el cole cantaban a todo pulmón, mami, Filomena y Matilda, ¡cuánta energía recargaban en esos momentos! Pero recuerda: Matilda no había hecho sus deberes.
Al llegar al cole y empezar el día, la profe pidió a todos los niños que pusieran sobre la mesa sus cuadernos, porque iban a ver todos juntos los deberes. Ups, fue ahí cuando el maravilloso plan de Matilda de crear, jugar hasta agotarse y hacer los deberes al volver a casa se desmoronó por completo. Había olvidado hacer los deberes porque los había dejado de último en su lista de cosas por hacer y además había mentido a mami diciéndole que sí que tenía todo preparado para poder ir al parque y seguir jugando.
¿Y sabes? No pasó nada por no tener los deberes sin hacer, la profe no se enfadó no fue eso.
Ella es muy cariñosa y, aunque se sorprendió porque normalmente Matilda lleva todo bien preparado, solo le dijo que la próxima vez no se olvidara, que los deberes son importantes porque nos ayudan a guardar en la memoria las cosas que aprendemos.
Mamá tampoco se enfadó, tampoco fue eso, aunque puso una cara un poco triste cuando la profe le dijo que Matilda había olvidado sus deberes pero que ya había hablado con ella y que seguro que no se volvería a repetir. Y después en el coche no cantó las canciones como siempre sino que, triste, le dijo a Matilda:
-Mati, ¿por qué me dijiste que los tenías hechos si no era verdad? Sabes que no pasa nada porque un día te olvides pero la mentira… La mentira es muy fea.
Pero no. No fue eso. Fue cómo se sintió Matilda cuando se dio cuenta del despiste. Fue cómo se sintió cuando vio a la profe sorprendida y a su mamá triste. Fue ese dolor en el estómago cuando se dio cuenta de que hay cosas que debemos hacer, por responsabilidad y que una vez que cumples con eso, entonces, tienes todo el tiempo del mundo para lo que más te gusta.
Y fue por eso que Matilda, desde ese día, aprendió una lección muy importante y decidió hacer siempre los deberes al llegar a casa y así poder disfrutar y liberar la memoria después.

Porque el día tiene tiempo para todo, así que: ¡colorín, colorado, no andes despistado!

Regala un cuento

¿Quieres hacer un regalo especial?