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Morriña

Hace calor y están en la piscina con sus amigos.
Adriana y Carolina entran y salen del agua jugando a ver quién llega antes del muro a la corchera y vuelta, su amiga Candela las anima desde fuera y el profe Viktors sonríe mientras ve con alegría cuánto les gusta el agua. Las tardes de verano al sol y con mucha agua son de sus favoritas. También pasa por allí la pequeña Jimena y Mar y su hermana.

No existe el cansancio, saltan y vuelven salir del agua, una y otra vez. Solo hay una cosa que hacen que paren: el hambre. Pero las tardes de verano son tan bonitas que aprovechan para merendar allí mismo, al borde de la piscina. Mamá ha traído sandía, melón, fresas y cerezas. Reponen fuerzas y vuelven para jugar al piedra, papel o tijera bajo el agua. Son tardes sin prisas, con muchos juegos, grupos de amigos que entran y salen, van y vienen porque tienen que ir a casa de sus abuelos, a la playa o a algún cumpleaños dónde han quedado. Son tardes bonitas y llenas de juegos, sol y risas. Se nota que no hay cole porque mami no dice que hay que volver pronto a casa ni hay deberes esperando para hacer.

Todo es tranquilo y divertido. Y aún así, Adriana por un segundo piensa:
-¡Qué divertido sería que estuviera aquí Amalia para chapotear con nosotros y bucear buscando los aros de colores conmigo!

Y a su vez Carolina pregunta a mamá:
-Mami, ¿qué piensas que están haciendo ahora mis amigas Barsha y Daniela? ¿Estarán jugando en el agua también?

Es curioso porque aunque ya no viven en la misma isla, para Adriana y Carolina sus amigos de Lanzarote siguen muy presentes allá donde vayan. Piensan en ellos, se acuerdan de los juegos que se inventaban, de cuánto corrían por el patio del cole y de cómo les gustaba compartir juegos en el agua en Punta Mujeres con Mateo y Carla o anocheceres por la Playa del Reducto con Manuela. Les echan de menos.

Pero siguen jugando, llegan Blanca y Cristina y también ven a Juan David a lo lejos, la vida sigue.

Ya por la noche, en casa, Adri reflexiona:

-Mamá, hoy me lo he pasado genial con mis amigos, pero es curioso, porque aunque me divierto muchísimo, no dejo de pensar en mis amigos de Lanzarote y en nuestra casa, donde vivíamos antes, ¿recuerdas?

-¿Cómo lo voy a olvidar? -responde mamá con otra pregunta.

-Sí, yo también. -dice Carolina- Pienso en Álvaro, en Javier, en todos… Y a veces me entran unas ganas inmensas de verles y jugar con ellos. Pero eso no significa que no me gusten mis amigos de aquí ni la casa donde vivimos ahora, no, no. Es otra cosa. Es solo como que quiero verlos pero también seguir aquí. ¿Tú me entiendes, mami?

-Claro que os entiendo, mis niñas bonitas. ¿Sabéis cómo se llama ese sentimiento?

-¿Cómo? -preguntan las dos muy atentamente.

-Morriña -dice mamá.

-Morriña -repiten ellas sonriendo.

La morriña es un sentimiento de nostalgia, es echar de menos lo que alguna vez has tenido, donde has vivido, las personas con las que has compartido… Es un sentimiento precioso, no debes sentirte triste por tenerlo. Significa que tu corazón se hace más y más grande y que parte de él vive en otro lugar pero continúa engrandeciéndose. Significa que estás vivo y tienes recuerdos bonitos y lo mejor: que has creado orígenes y apego.
Y colorín colorado, seguro que en algún momento morriña has notado.

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