“Si mi amigo lo hace, yo también. O no.” Cuento infantil de Lorena Neira Fernández

Si mi amigo lo hace, yo también. O no

El otro día Iria vio a Susana buscando hormiguitas en el parque. Las seguía para ver dónde vivían, dónde estaba el hormiguero. Seguía la filita de hormigas poniendo sus pies uno delante de otro y desfilaba con ellas acompañándolas hasta su casa. Algunas iban cargadas de miguitas de pan y otras llevaban semillas que habían encontrado por el camino. Iria pensó que era muy interesante observarlas y acompañó a Susana en su juego.
Al día siguiente Iria vio a Susana bailando cerca del columpio, se bajó y se puso a su lado, a ella también le encantaba bailar. Movía sus brazos justo como lo hacía Susana: arriba, abajo, a la derecha, a la izquierda, rueda y vuelta a empezar.
Otro día Iria vio a Susana dibujando con tiza en el suelo, hacía flores enormes y preciosas, con tizas rosas y amarillas que había traído su mamá. Le pareció tan bonito que le pidió una para dibujar con ella y allí estuvieron un par de horas, decorando un jardín imaginario lleno de colores y formas diferentes. Iria estaba feliz, compartiendo algo tan bonito con su amiga.
Dos días después, Iria vio a Susana tirando piedras al estanque donde nadaban tranquilamente los peces rojos, amarillos y naranjas del parque al lado del cole. No estaba segura de que aquello fuese una buena idea, pero como de costumbre, Iria decidió copiar a Susana en lo que hacía.
Tiraba las piedras más delicadamente que su amiga pero aún así, con una de ellas golpeó a uno de los peces y en su estómago “chasss” una sensación horrorosa de haber hecho algo que estaba muy mal. Pero como Susana era la que ponía las ideas y ella simplemente las copiaba pues, lo siguió haciendo aunque se sintiera mal.
Más tarde Susana decidió que tirar piedras al agua era aburrido y que quizás debían tirarlas a otros niños para ver cómo reaccionaban. Quizás alguno lloraría, quizás algún valiente resistiría el dolor. Y se puso a buscar piedras bien grandes y afiladas para su misión. Sin embargo, Iria, se quedó quieta donde estaba. Ese plan no le gustaba. Le volvía a doler el estómago imaginando a los niños y sus heridas de piedra, llorando y corriendo a sus mamás, ¿por qué hacerles daño?
¿Qué había de bonito, divertido o interesante en aquello?
Como siempre, cuando tenía preguntas, acudió rápidamente a su mami:
-Mamá, no sé qué hacer. Susana ha tenido una idea de un juego pero yo sé que es peligroso y puede hacer daño a otros niños. ¿Voy con ella?
Su mamá, sonrió, porque se dio cuenta de que Iria tenía lo que se llama: un gran dilema.
Y lo bueno de los dilemas es que hacen que nuestra cabecita funcione y piense.

-A ver, cariño -dijo mami- yo sé que te gusta mucho estar con Susana. Pero piensa un poco en lo que has dicho: el plan que ha tenido puede hacer daño a otros. Tú qué piensas, ¿hacer daño es algo bueno?
-No, claro que no. De hecho, me siento un poco mal, porque, mamá, he hecho daño a un pececillo antes.
-Pues, Iria, si sabes que hay algo que está mal, no importa que tu amiga lo haga o te pida que lo hagas, tú debes ser firme. Las cosas que están mal no se hacen, si algo causa daño: no se hace.
Si no tú te sientes bien con algo que haces: para.
Y si tu amiga Susana, realmente es tu amiga, sabrá reflexionar gracias a ti. Te observará y quizás esta vez ella copie lo que tú hagas o no hagas. Porque los amigos están para eso, para ayudarse, acompañarse o frenarse de vez en cuando. No te dejes llevar todo el tiempo, piensa, valora, siente si es bueno o malo y después: decide.

Y colorín colorado, cada uno debe decidir si está bien o si está mal pensado.

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