Volcanito cuento infantil por Lorena Neira Fernández

Volcanito

Era la parte más alta de la isla pero se sentía triste.
Observaba el mar a lo lejos y añoraba tocarlo, sentirlo, bañarse en sus aguas de las que un día se levantó…
Todo el mundo hablaba de él y le tenía presente pero él.. se sentía solo.
Le respetaban y le trataban con amor pero aún así, Volcanito, se sentía lleno de rabia porque no podía hacer lo que quería… Vivía cerca del sol pero quería tocar el mar. Día tras día se quedaba embobado observando el agua, tan cerca y tan lejos a la vez… y decía para sí mismo:
-¡Muy prrrronto voy a salirrr de aquí y voy a bajar a la playa! ¡Muy prrrronto voy a tocarrrr el marrr y voy a bañarrrrme a gustito! ¡Muy prrrronto pero que muy muy muy pronnnnnnnntooo!
Según lo decía, el suelo temblaba y retumbaba con cada una de sus erres. Sus palabras eran, sin duda, graves y sonoras.
Tal era el enfado de Volcanito por no poder tocar el mar, que un día de septiembre, cuando apretaba el calor, sobre las 2 de la tarde, dijo: ¡Se acabó! ¡Me voy! -y entró en erupción-. Con toda su rabia, lo que salió de su boca fue lava, ardiente y muy, muy, muy caliente.
-¡Ay madre mía! ¡Que Volcanito se ha enfadado! -gritaban los vecinos-.

-¡Que nos da tiempo a comer, tranquilos todos! -pensaban otros, equivocados-.
Equivocados porque Volcanito había guardado mucho rencor y rabia dentro. Su lava recorría las laderas de la montaña y arrasaba con todo lo que encontraba a su camino.
Volcanito, por su parte, observaba entristecido cómo, fuera de su control, destruía casas, restaurantes, paradas de autobús, coches… pero ya no podía dar marcha atrás… Se había puesto tan furioso que la rabia le dominaba.
Y aunque lo que hizo tenía un motivo: llegar a la playa. Con enfadarse no lo consiguió de inmediato… nada de eso… Realmente no llegó a la playa ese mismo día, ni al siguiente, ni al otro, ni al otro… sino que estuvo durante tres largos meses destruyendo y quemando todo: casas, árboles, coches, terrazas, plantaciones de plátanos…
Tristemente, cuando nos enfadamos mucho no somos capaces de ver que, a veces, con nuestra rabia y enfado, hacemos daño a los demás y que ni siquiera conseguimos los que queríamos. Volcanito lloraba ceniza al ver lo que pasaba, al ver las lágrimas de sus vecinos, sus amigos… y su tristeza…
Entonces, en medio de la noche, cuando aún seguía llorando ceniza, sintió un escalofrío.
-¡El mar! -pensó. Podía escuchar el sonido de las olas, se dejó acariciar por el viento y se relajó.
Sí, había llegado a casa, al mar, con su mamá… y entonces, cerró los ojos y se quedó dormido, agotado. Eran las 22:20, de un 13 de diciembre… en La Palma.

No siempre puedes hacer lo que quieres, lo que te apetezca, lo que pase por tu cabeza…
esto puede traer dolor a los demás… Piensa siempre en ti pero no olvides respetar a los que te rodean.

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