Había una vez una niña que se llamaba Sofía.
Era una niña súper pequeña y vivía… ¡en una seta! Sí, sí, una seta. Pequeñita, roja, con circulitos blancos que hacían de ventanas. Al ser tan pequeñita, no necesitaba mucho espacio y la seta era perfecta para vivir, para jugar, para bailar, para hacer pasteles, bocadillos… Pasaba muchísimo tiempo allí dentro y siempre invitaba a sus amiguitos a jugar y divertirse con ella.
Sofía era una niña muy feliz pero siempre protestaba con lo mismo: quería ser grande.
Cada día pedía a su hada madrina ser grande:
-Yo quiero ser grande hada madrina, quiero vivir en una casa grande, quiero tener ropa grande, quiero ser como una personita grande. ¡Venga, por favor… hada madrina! ¡Hazme grande!
Tanto insistió, que un día la hada madrina decidió conceder su deseo.
-Abra cadabra, pata de cabra, desde este momento eres… ¡grande!
Inmediatamente Sofía se hizo más y más grande, sus piernas largas y largas, sus brazos largos y grandes. ¡Y su ropa chassssss se rompió!
Pues ya está, todo lo que Sofía quería, lo recibió. Ya era una niña grande, ya tenía lo que había deseado durante tanto tiempo: piernas laaaaargas, brazos laaaargos, pelo largooo… pero no, eso tampoco le hacía feliz. Rápidamente, desde allí arriba donde estaban sus ojos, Sofía observó su querida seta y se puso a llorar.
Claro, no había pensado en una cosa: al ser grande ya no tenía forma de entrar en su casa. Allí dentro se habían quedado todos sus juguetes e incluso si los cogiera en sus grandes manos, los rompería. Y claro, ya no podía jugar con sus amiguitos que eran tan tan tan pequeñitos que se asustarían al verla. Ya no podía entrar, ya no podía… ¡volver a ser pequeña!
Entonces, entristeció muchísimo y le pidió a su hada madrina que por favor, la devolviera a su estado anterior… quería volver a ser la pequeña Sofía.
-Querida Sofía -dijo su hada madrina. -a veces deseamos cosas que no conocemos. Sin darnos cuenta de que lo que tenemos es lo mejor que hay. Cuando eras pequeña lo tenías todo pero no lo disfrutabas porque querías ser grande… Y cuando te haces grande, mira bien, Sofía, tienes que buscar ropita para tu cuerpo grande. Ya no puedes coger los juguetes que han quedado en tu casita, tu vida ha cambiado, Sofía.
Querido amiguito/a, ser niño es el mejor momento de la vida. Tenéis el mundo para vosotros comida, juguetes, casita, ropita y muuuucho, mucho amor. Pero cuando ya seáis grande todas esas cosas cambian asique disfruta mucho, ríe todo el día, llora poco, no protestes tanto, juega sin fin, diviértete y escucha a los mayores… porque un día… un día ellos pidieron un deseo.