Rosalía era una niña muy avispada y atenta. Tenía el pelo castaño y largo, lisito, lisito. A su mami le gustaba cepillárselo mientras cantaban y se inventaban las letras de las canciones:
Watermelon sugar heeeey!
Na, na, na, na, na, na, naaaa…
Rosalía era fantástica en su clase, leía como nadie, corría en el patio y ayudaba a todos sus amigos en lo que podía. Incluso le gustaba acompañar a los más pequeñitos y siempre decía que ella también era profesora.
Lo único que Rosalía llevaba mal era… ¡la ducha!
No le gustaba sentarse en su taburete o en la bañera mientras mami la duchaba y le lavaba el pelo. Ni siquiera cuando mami le daba los rotuladores de la bañera o el pompero para hacer pompas y divertirse ese ratito. No, ella empezó a decir cada noche:
-¡No me quiero duuuuchar! ¡No me quiero duchar!
-… así cochina me voy a quedar -le seguía su mamá.
-No me gusta el champú, no me gusta el jabón -refunfuñaba.
… así cochina me siento mejor -cantaba mami. Quien decidió que si Rosalía no entraba a la ducha, no la obligaría pero que ella solita lo pediría.
¿Pedirlo? -Pensaba Rosalía. -¡Ni en tus mejores sueños!
El problema fue que después de dos días negándose a entrar a la ducha, Rosalía empezó a… ¡oler mal! Los compañeros se preguntaban:
-¿Qué huele tan mal? ¿Alguien se ha dejado una manzana estropeada en la mochila o qué es eso? -decían.
Ella pasaba de todo, era feliz en su suciedad y estaba decidida a no entrar a la ducha nunca jamás.
A los cuatro días el olor era más y más fuerte y un par de moscas revoloteaban por su cabecita.
-¡Oye, Rosalía! ¡Te vuelan moscas alrededor de la cabeza! -decían los más pequeños alejándose un poquito.
Y Rosalía sonreía, sabiendo que nunca en su vida volvería a lavarse el pelo.
A los seis días el olor ya era insoportable y las dos moscas eran ya cuatro. Y entonces la profesora dijo:
-Oye Rosalía, ¿cuándo fue la última vez que te duchaste?
Uy, ahí ya le entró un poco de vergüenza. La profe tenía cara de asco y le hablaba con bastante distancia, ¿tan mal olía que ya no se podía acercar? Imagínate que se cae en el patio, ¿nadie se
acercaría a ayudarla?
-Mmmmmmm, yo me duché… eee… hace unos días. -dijo Rosalía sabiendo que mentía.
Sin embargo según pasaban los días iba viendo como sus amigos se apartaban y no querían jugar con ella como lo hacían antes. Y entonces preguntó:
-¡Eh, qué pasa! ¿Por qué ya no jugáis conmigo como antes? ¿Por qué no me dejáis acompañaros en el patio? ¿Huelo mal o qué?
Y efectivamente, sus amigos dijeron:
-Rosalía, te queremos mucho y nos encanta jugar contigo pero últimamente no es posible estar a tu lado con el olor que desprendes, ¡incluso hay moscas en tu pelo! ¡Puaggggg!
Y ahí fue cuando Rosalía entendió que sin ducharse no podría tener una vida normal. Llegó a casa decidida y…
¡Colorín, colorado, más te vale estar bien lavado!